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Un horizonte entre sapos, soja y vaquitas

En el centro de nuestro país, la construcción de cunetas, canales y charcas para uso agrícola y ganadero modifican y reemplazan las áreas de humedales naturales y afectan a muchas especies de anfibios.

Humedal natural, Región Pampeana, Argentina. Ph: Gabriela Agostini.

Un viaje en ruta por la Región Pampeana nos muestra un paisaje cada vez más uniforme: hectáreas de llanuras con monocultivos de cereales y oleaginosas como la soja, el trigo y el girasol cubren hasta el horizonte. Allí donde se encuentra la base de la economía agrícola nacional, se dilapida el futuro para la fauna nativa.


Y es que, según un estudio realizado por un grupo de investigación del Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (UBA - CONICET), el dominio de los sistemas productivos o agroecosistemas en el centro del país ha empobrecido la diversidad de anfibios.


No da lo mismo


Sofía Perrone es estudiante avanzada de Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires e integrante de la iniciativa COANA (Conservación de Anfibios en Argentina). Junto con la Dra. Gabriela Agostini, la Lic. Camila Deutsch y el Dr. David Norberto Bilenca del IEGEBA (UBA - CONICET) analizaron cómo la calidad del agua, el área, la profundidad, la pendiente del borde y la cobertura vegetal afectan la diversidad de especies de anfibios que habitan casi 200 humedales en una porción de la Región Pampeana conocida como Pampa Interior.


Entre los resultados, hallaron que los canales de drenaje y las charcas artificiales, a diferencia de los humedales naturales, son más profundas y poseen una pendiente más pronunciada. “Son como una pileta. Al no tener una pendiente suave y ser profundas, si un anfibio cae, es muy probable que no pueda salir”, comenta Sofía Perrone, quien basó su tesis de licenciatura en este estudio. Tampoco tienen buena cobertura vegetal, lo cual impide la generación de microhábitats favorables para la reproducción, el desarrollo de las larvas o para que los renacuajos y los anfibios adultos encuentren refugio y alimento.


Asimismo, explica que los ambientes artificiales, al igual que el resto de los humedales, sufren otros impactos asociados a las actividades agroganaderas, como la exposición a pesticidas y el pisoteo del ganado, afectando la reproducción, la alimentación, la búsqueda de refugio y la dispersión de los anfibios.


Todo nuevo bajo el sol


En la Región Pampeana hay algunos humedales que son nuevas superficies, consecuencia de la construcción de caminos, la extracción de tierra para rellenos y la creación de bebederos para ganado. Y es que en los paisajes agroganaderos, los humedales naturales -que son las típicas charcas temporales y los bajos inundables- suelen considerarse un estorbo, sobre todo para la actividad agrícola.


Todas estas alteraciones de ambientes acuáticos y terrestres ponen en gran peligro a los anfibios de la Región Pampeana, situación que se repite en la ecorregión del Chaco. Allí también se obtienen superficies agrícolas aptas a través de la desaparición de humedales y la canalización de terrenos inundables y lagunas. Al respecto, Perrone cuenta que existen también otros humedales artificiales, como los canales que construyen para drenar el agua desde los humedales naturales. “El objetivo de esta actividad es convertir superficies bajas en sitios no anegables, aptos para desarrollar cultivos”, afirma.


Con el aumento de la demanda poblacional de alimentos que crece año tras año, aumenta la presión extractivista sobre los ecosistemas. Lamentablemente, esta situación no es exclusiva de nuestro país. La extinción masiva de sapos, ranas, salamandras y cecilias se agrava a nivel mundial por una larga lista de factores: la pérdida del hábitat, la sobreexplotación, la contaminación por agroquímicos, las enfermedades emergentes, la radiación ultravioleta y, por supuesto, el cambio climático.


Es posible convivir


En la actualidad no existen en Argentina regulaciones ni leyes que protejan la biodiversidad en entornos agrícolas. Debido a la extensa modificación de los humedales en el centro del país, estos hábitats necesitan entenderse como una prioridad en materia de conservación, con la urgente regulación de las obras privadas de canalización, drenaje y nivelación que por lo general son ilegales.


“Necesitamos poner a disposición de quienes producen y quienes toman las decisiones el conocimiento científico y tecnológico”, sostiene Perrone y agrega que “es clave la conservación de humedales naturales integrando objetivos de conservación y objetivos productivos, en el marco del desarrollo sustentable”.


Con un planeamiento territorial y un manejo adecuado, este trabajo nos muestra que los humedales artificiales poco profundos, bien vegetados y con suaves pendientes del borde podrían ofrecer hábitats complementarios, junto a humedales naturales, para la vida de los anfibios nativos y la biodiversidad acuática en estos paisajes alterados. Podrían incluso proveer hábitats potenciales para las poblaciones amenazadas del Escuerzo, el famoso Gigante de las Pampas.


“Si aumentamos el acercamiento con la naturaleza y generamos conciencia ambiental dejaríamos de ver todo con una perspectiva únicamente productiva. Lo natural también nos provee de bienes y servicios”, concluye Sofía Perrone, para quien la conservación de anfibios no es simplemente un objeto de estudio sino un imperativo ambiental.



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